sábado, 17 de septiembre de 2011

EL BAUTIZO DE LA ALBERCA DE LOS ESPINOS.

No muy retirado de la ciudad de Zacapu existe en medio de un cerro, un hermoso laguito, "ojo de mar" por el verde intenso de sus aguas, al que aquí se conoce como "La Alberca" de los Espinos, por el rancho que se asienta a sus pies y que así se llama.

Tan raro como bello paraje no podía escapar a la fantasía de los habitantes de los pueblos de la región, que en su mente forjaron la narración que ahora paso a contarles.

Eran los días en que los franciscanos, recién venidos a estas tierras, se esforzaban en enseñar la doctrina cristiana a los naturales. Muchos siguiendo el ejemplo de sus jefes se iban dejando bautizar, pero aún había otros muchos que se negaban a aceptar otro dios y otras creencias.

El cerro de los Espinos y el laguito que encerraba en su seno, eran un sitio consagrado a su deidad del agua "Tirípeme". Era allí adonde las mujeres subían, para luego bajar, ya que siendo un volcán la esmeralda líquida ocupaba el fondo del cráter, para dedicarse a lavar y bañarse, pues nuestros indígenas eran aficionados al aseo corporal mediante el baño, costumbre que no tenían muy arraigada los conquistadores.

Y claro, comenzó por esos días el demonio a mostrar su enojo, porque los frailes le estaban ganando aquellas almas nobles y buenas de los naturales. Y cuando las mujeres bajaban para acercarse a la redonda orilla a lavar o bañarse, agitaba con tal fuerza el agua, haciendo un terrible remolino, que el líquido abandonaba sus márgenes, levantando grandísimas olas que golpeaban aquellas circundantes paredes del interior del cono. Las mujeres aterradas trataban de correr hacia lo alto.

Quienes lograban escalar la empinada cuesta, cuando volteaban la cara para ver qué pasaba, su sorpresa era mayúscula, pues veían en medio de aquel lago, la cabeza del diablo, con grandes cuernos como de toro, y con una feroz sonrisa que se desataba en carcajadas que atronaban aquel espacio quieto y silencioso de otros tiempos, y ahora con horribles truenos.

La fuerza del agua que movía aquel diabólico remolino, era tal que llegó a alcanzar a algunas mujeres, quienes perecieron ahogadas.

Como el diabólico fenómeno se repetía, los habitantes de la región acudieron afligidos con Fray Jacobo Daciano para referirle tan terrible mal. El bendito padre los escuchó con paciencia y les dijo que sólo había una manera de echar fuera al diablo de aquella alberca, y ése era la de bautizarla. Conformes con ello, se preparó todo para la ceremonia.

Era el 15 de octubre de 1550. El Sol iluminaba espléndida la mañana. Fray Jacobo ascendió la cuesta y se paró en lo alto del cerro, dominando con su vista aquél hermosísimo paisaje: la redonda alberca tranquila albergaba aquellas verdes aguas que parecían dormir; suave se escuchaba el canto del viento, en aquel impresionante silencio. El santo varón alzó en su mano la cruz, símbolo de su religión, y comenzó la ceremonia del bautismo de la alberca, presenciada por una multitud.

Todo transcurría en paz, más cuando Fray Jacobo roció con el agua bendita aquellas verdes aguas, se levantó con toda furia un gigantesco remolino y un viento muy fuerte. El estruendo fue espantoso, y el diablo que allí habitaba salió huyendo, enojadísimo. El padre Daciano continuó tranquilo con la ceremonia... "Yo te bautizo con el nombre de Santa Teresa”. Y desde aquel día, el 15 de octubre, fue costumbre celebrar la fiesta de Santa Teresa, en aquel hermoso paseo.

Sin embargo el diablo -se dice- no quedó muy contento con que lo hubieran arrojado de aquella mansión y de vez en cuando regresa por allí con intención de quedarse, y al impedírselo el bautizo, mueve el agua y cobra alguna víctima; que por cierto han sido siempre mujeres las que ahí se han ahogado.

Por cierto, las personas han dado en decir que la Laguna de Zacapu es hembra porque en ella se ahogan "puros hombres", y que el laguito de los Espinos es macho porque allí se ahogan “sólo mujeres”.

Desde la antigüedad se le ha conocido como “Hapunda Avándaro”, laguna celestial, o también como “Tzitziqui Hoscua”, flor y estrella. Admirarla desde lo alto del cono volcánico en un encanto, porque es un lugar de ensueño, que encanta por su hermosura y su silencio majestuoso. Quien la conoce ya jamás la olvidara.

Sin embargo te recomiendo que no te confíes, porque sus aguas atraen; es un cono volcánico y nadie ha llegado a ver su fondo.

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